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Sin abejas no hay polinización, sin polinización no hay frutas si no hay frutas no hay alimentos que consumir y si no hay alimentos naturales ¿ya se imaginan que sigue?

 

Es un problema internacional no suficientemente debatido. Monsanto y los que ejercen el monopolio de la fabricación y venta de las semillas está transformando el medioambiente y terminando con las abejas, y por supuesto con un sinfín de factores Naturales.

 

Un famoso periódico digital muy difundido en Europa y Estados Unidos ha hecho referencia varias veces a la desaparición de las abejas con el título “La desaparición de abejas ya es un problema global”. Ese periódico de Nueva York, desvela el problema de las semillas transgénicas, una de las causas de la alarmante desaparición masiva de abejas en el mundo. A este fenómeno preocupante se le han atribuido las causas más variadas, parte de ellas ciertas, pero no se ha quitado el antifaz al culpable número 1: la disminución de la producción de semillas naturales y su sustitución por las transgénicas que matan a las abejas en la polinización de las flores.

 

Las semillas transgénicas han sustituido ya a las orgánicas en un 90%. Y eso porque las naturales apenas se venden en los mercados mundiales, por la presión de las mafias transgénicas. El hecho aparentemente no importante (nada que ver con la actual crisis), lo reveló con pelos y señales la web Globalresearch.ca bajo un titular aparentemente sensacionalista que llamaba a ecologistas, ambientalistas, entomólogos y personas interesadas para que montasen la guardia.

 

“Monsanto está poniendo fuera del alcance de los agricultores las semillas normales es decir las naturales”. Lo que significa en otras palabras que la naturaleza se ha alineado con las multinacionales, en este caso con la siniestra Monsanto, que entra a saco con la venia de los gobiernos y muchos órganos de difusión.

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|  Publicado el 18 de Junio de 2014.

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Las abejas del mundo están muriendo por

las flores transgénicas.

Fuente: DIASPORA

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Son bien conocidas las estrategias mentirosas a las que recurren las multinacionales como Monsanto con tal de ver cumplidos sus objetivos, pasando por encima de quién sea y como sea, incluidos gobiernos o países no sólo emergentes o pobres, sino también industrializados interesados todos en estar a bien con esas empresas billonarias e influyentes incluso políticamente.

 

Esa multinacional no dudará en meterse para imponerse “comercialmente” y penetrar en propiedades agrícolas ajenas para contaminar los campos y después denunciar al agricultor por alguna causa prefabricada. Tampoco tienen esas multinacionales ningún tipo de reparo en vender productos químicos (pesticidas, herbicidas) altamente tóxicos para la salud animal o humana garantizando que son completamente seguros y que no tienen ningún tipo de riesgo. Se podrían seguir citando ejemplos de ayer y de hoy, pero la lista es muy larga, y basta con ver el documental “Transgénicos: El mundo según Monsanto”.

 

La corporación Monsanto de San Luis, Missouri, se ha convertido en el primer productor de semillas genéricas de alimentos básicos (maíz, semilla de soja, y patata). Está dominando la industria del cultivo y el mercado de los Estados Unidos con semillas genéticamente modificadas que han sido patentadas, haciendo ilegal su almacenamiento para que los cultivadores no puedan guardar semillas para la cosechas del año siguiente. Para usar estas semillas genéricas modificadas los agricultores tendrán que comprar las semillas a la compañía Monsanto cada año.

El sembrador que planta estas semillas modificadas genéticamente y no mantiene una reserva de las semillas naturales será dependiente de alguna de estas corporaciones mundiales. Las cosechas de estas semillas transgénicas se dice que pueden ser la causa de infertilidad, cáncer y muchos problemas de salud. También están causando una amenaza al medio ambiente, contaminando las tierras fértiles del mundo con materiales genéticos que no son naturales sino más bien tóxicos y pueden tener consecuencias desconocidas o muy conocidas a largo plazo.

 

Uno de las principales causantes de la muerte de millones de abejas es el Síndrome de DDC (Deficiencia Cognocitiva de Camino), que las abejas adquieren al succionar el polen de flores producidas por plantas transgénicas. Así pierden el sentido direccional y de orientación, y al ser incapaces de regresar a sus colmenas terminan por morir en el camino.

 

Un estudio realizado por Dirk Babendreier desde la SADA (Sociedad Argentina de Apicultores) sobre los efectos del polen de un maíz transgénico con capacidad de segregar una toxina insecticida Bt, sobre el desarrollo de la glándula hipofaríngea de las obreras adultas demostró que esta glándula disminuyó significativa y alarmantemente en las abejas obreras.

 

En Alemania se llevó a cabo una investigación a fondo que determinó una clara relación entre la muerte de las abejas y la proteína Bt de los cultivos transgénicos Bt. Al parecer, tras el ataque de determinados parásitos, el intestino de las abejas es mucho más sensible a Bt, generándose daños significativos y a veces letales de inmediato.

 

En unos estudios que se realizaron a las abejas que recolectaron polen transgénico se encontraron enfermedades en el tracto digestivo, el rasgo más alarmante es que el intestino grueso y el aguijón decoloraron al negro frente al color opaco normal, esto sería el sinónimo de un cáncer de colon en los seres humanos, aunque no sabemos si la ciencia médica ha estudiado el problema. Esta decoloración sugiere que las abejas habían muerto en la succión.

 

Cuando se le preguntó al apicultor confirmó que las abejas estaban vivas en el momento de la recolección. Además, el sistema traqueal de estas abejas no mostró signos de desecación por lo general asociados con la colección de abejas muertas.

 

Curiosamente la desaparición de las abejas fue percibida primero en Estados Unidos, primer país que empezó a cultivar plantas transgénicas.

 

La agricultura ecológica está relativamente intacta en cuanto a la crisis de abejas se refiere.

La agricultura orgánica mantiene la diversidad de los ecosistemas y preserva la calidad de los alimentos producidos.

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